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martes, 11 de diciembre de 2012

Que nadie entre

Que nadie entre

Cuando llegué la familia estaba empacando y cargando todos los muebles de la casa en un camión.
Los dueños de aquel hogar me atendieron en el patio; la mujer saludó y continuó con las tareas de la mudanza; sus hijos también ayudaban.

- Quiero que bloquee las ventanas con maderas. No sé si es mejor por dentro o por fuera - me dijo el tipo mirando hacia una ventana.
- Normalmente se tapia por fuera, para proteger los vidrios - le comenté -, pero si usted quiere puedo poner algo por dentro también, para mayor seguridad.
- Entonces por dentro también. No va a quedar nada de valor en la casa, pero, no me gustaría que alguien entrara porque… es… digo, no es lindo que entren en el hogar de uno, ¿no?
- Claro señor, se entiende - afirmé, aunque sospeché que había algún otro motivo, que ocultaba algo.

Evidenciando que no quería hablar más del asunto, el hombre tomó una caja que iba cargando uno de sus hijos y, al ir rumbo al camión agregó: - Tiene que venir de día, ya se lo dije a su empresa, porque apenas nos vayamos vamos a cortar la luz.
- Ya me dijeron sí, vengo de día. O sea que hoy ya no hay tiempo, ¿no?
- No. Venga mañana. Le vamos a dejar la llave a su patrón.
Me fui pensando que me habían hecho perder el tiempo, pero a la vez estaba algo intrigado, y sospechaba de qué se trataba.

El día siguiente fue sumamente ajetreado, y recién al atardecer volví a la casa. Cuando terminé de tapiar las ventanas por fuera ya estaba casi de noche. Como el trabajo de adentro iba a ser menor, no quise dejarlo para el otro día. Entré a la casa y, linterna en mano busqué la llave general de la luz.
No me inquietó recorrer aquella oscuridad, pues aunque sospechaba que aquella familia creía que había “algo malo” en su hogar, no creía que realmente lo hubiera.

Cuando vi la llave y estiré el brazo para encenderla, sonó una voz a mis espaldas, la voz dijo:
- ¡Váyanse de mi hogar o voy a hacer que se ahorquen!
Al voltear y apuntar la linterna, iluminé a una anciana descolorida de ojos negros y larga cabellera gris, que rápidamente se abalanzó hacia mí con sus manos como garras hacia adelante. Cubrí mi rostro con los antebrazos y giré hacia un costado; la aparición siguió y desapareció en la pared.  Cuando iba saliendo de la casa sentí que caminaba tras de mí, y se detuvo en la puerta.
Por la mañana regresé y terminé el trabajo, y lo hice lo más fuerte que pude, así nadie más se va a llevar un susto al ingresar a aquella casa embrujada.

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