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martes, 11 de diciembre de 2012

Un cuento para la profesora

Un cuento para la profesora

Beatriz, profesora de español, exigía a sus alumnos que escribieran cuentos de terror que realmente asustaran.  En toda su carrera ninguno la había impresionado, y hablaba de ello las notas bajas que ponía a los textos de los estudiantes.
Desde su escritorio, mirando a cada uno de los que estaban allí, les informó:
- La tarea para el lunes es escribir un cuento de terror. Pero que no sean una tontería. Tienen que tener atmósfera inquietante, algún elemento que estremezca, que sean verdaderamente de terror.
Algunos alumnos pusieron cara de fastidio; otros quedaron pensativos, creyendo haber encontrado la solución, pero tras las últimas palabras de Beatriz se fastidiaron también, pues les dijo: - ¡Ah! Y que sean escritos por ustedes, no vale tomarlos de internet.

Llegado el día, al finalizar la clase, los cuentos estaban sobre el escritorio. Los alumnos se marcharon pero Beatriz se quedó. En el mismo local funcionaba una escuela nocturna para adultos, y ese día le tocaba dar clases.  Tenía tiempo como para corregir todos los cuentos y se puso manos a la obra.
Mirando de reojo una ventana que daba a un patio interior, vio que el día se fue apagando, y que unas nubes oscuras que se movían rápido se fueron amontonando en el cielo.  El silencio de los corredores la distrajo varias veces: no había escuchado el paso de sus colegas que normalmente llegaban temprano, ni había oído el silbido del conserje al pasar trapeando el piso.  Trató de concentrar su atención en los textos. Subrayaba palabras, hacía anotaciones, y ponía notas bajísimas a casi todos.
Pero al leer uno se asombró, miró el papel con desconfianza; no decía de quién era. Volteó la mirada hacia la puerta y escuchó: todo estaba en silencio, parecía ser la única persona en aquel inmenso local.

Con la cara muy seria ya, continuó leyendo el cuento:
“La profesora estaba sola. Fuera comenzaba a desatarse una tormenta que había oscurecido más la noche, y esporádicos relámpagos empezaron a cruzar el cielo, desparramando una luz pálida sobre la ciudad…”. Tras  leer esa parte Beatriz miró hacia la ventana, y unos relámpagos mostraron las formas amenazadoras de las nubes, que al instante volvieron a estar negras.
Aunque sintió que iba rumbo a un desenlace terrorífico, siguió leyendo igual; estaba atrapada.
“Mientras la profesora leía aquel cuento aterrador, una cosa espantosa comenzó a espiarla desde la ventana y…”. En ese punto de la historia Beatriz apartó los ojos del papel y, lentamente fue girando la cabeza hacia la ventana, y allí estaba aquella cosa. Se le veían los ojos, que eran amarillos y parecían ser de un animal, y la parte de arriba de la cabeza, donde flotaban unos cabellos blancos que se movían lentamente como se mueven las plantas bajo el agua.  Beatriz gritó con fuerza; lo que la observaba se apartó de la ventana. 
Un colega que acababa de llegar, al escuchar el grito irrumpió en el salón. Ella dijo que alguien se había asomado en la ventana, pero no dijo que era algo espantoso, y no comentó lo del cuento; y fue lo mejor para ella, porque cuando fue a guardar los textos en su portafolio, el cuento que la asustó ya no estaba.  

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